viernes, 4 de mayo de 2012

SEMILLAS DEL FUTURO (Observador del cielo 3º)


Astronomía
SEMILLAS DEL FUTURO

EL OBSERVADOR DEL CIELO

Por Sergio Galarza

Las estrellas habitan la noche, que es su casa. Muchos piensan que en el día ellas no están allí, cuando en realidad han quedado ocultas por el brillo masivo del sol, la estrella más cercana a la Tierra.
Ellas habitan la noche y alegran nuestro pesar con su luz delicada; el sol es el rey del día y también cura nuestro frío, a veces.
Un sol es un momento de extraño equilibrio en la carrera del cosmos; es una esfera que, por el peso de las capas de gases que la forman, comienza a transformar átomos de hidrógeno en átomos de helio. Esta creación de materia, que se da en el núcleo estelar, libera increíbles cantidades de energía.
La energía y la materia son intercambiables; en gran medida, son lo mismo. Cuando se crea o se destruye materia, se libera energía. A estos procesos se les llama fusión o fisión nuclear y los norteamericanos mataron a doscientas mil personas con ello, en Hiroshima y Nagasaki, en el año 1945, crimen aún impune.
En el sol explotan centenares de millones de bombas atómicas por segundo, esto se traduce en el calor, la luz y la energía que de él nos llega, a través de los 150.000.000 de kilómetros de espacio que nos separa.
Las estrellas nacen dentro de ingentes nubes de átomos y polvo interestelar que llenan los brazos de la galaxia. Esas nubes colapsan, caen presas de la gravedad, esa fuerza extraña que domina las masas a distancia. La nube se contrae y se calienta. Dentro de ella algunos grumos lograrán encender, dando a luz a numerosos hijos e hijas que, por alimentarse de esos gases, la mermarán hasta consumirla. De la cantidad de gas que forme a cada una, dependerá su vida, tamaño, temperatura, brillo y color.
Una estrella joven y potente brilla con luz azul; mira las Tres Marías, ellas son azules; o la estrella Spica, la espiga, de quien ya hablamos. Todo en ellas es energía, iluminan más, y se queman antes.
Otras, nacen con menor cantidad de gases y su temperatura exterior es algo más baja, será una blanca imponente. Sirio por ejemplo, la primera del Can mayor, llamada también Alfa Canis Mayor. Sirio es la más brillante del cielo sin ser la más potente, esto es así por la distancia a la que se encuentra, tan solo 8 años luz.
Estos seres brillantes, al vivir irán consumiendo sus gases, crearán más helio y se enfriarán, se tornarán amarillas. Nuestro sol es una estrella típica amarilla, aunque el total de colores que emite se combine y forme la luz blanca. Puede usted hacer un experimento: contra una pared blanca, coloque celofán de varios colores, uno de ellos brillará con mayor intensidad que el resto: el amarillo. Debido a él, los científicos saben que parte de su superficie brilla a 6000ºC de temperatura.
Nuestro astro es muy bello. Puede observarse con un telescopio especial. Si acude a cualquier escuela de Chabás y pide una clase de astronomía, podrá ver el sol con sus propios ojos, y lo hará con seguridad absoluta, con nitidez envidiable.
Quema y quema el sol porque está vivo, consume su hidrógeno y satura la bola de fuego con helio; tose, parpadea; crecerá un poco y, al hacerlo, se enfriará aún más en superficie. Se tornará roja. Será una gigante, como Antares, tan linda, el rojo corazón de Scorpio. Brillará a 3000ºC. Aquí llegará el fin de sus días, pronto morirá.
Más, decir pronto en astronomía no es decir cien años, ni mil, o cien mil. Un Sol amarillo vive 10 mil millones de años. Diez Mil Millones de años. Los programas que alertan sobre catástrofes y abruptos cambios de época, como el 2012, solo se apoyan en supersticiones, ya que los tiempos del Universo no son los que acostumbramos medir.
Continuemos entonces: si la estrella al nacer ha sido como la nuestra, mediana, casi pequeña, morirá como gigante roja. Una explosión magnífica que dará lugar a una nebulosa planetaria, una tenue esfera de polvo y gas que se alejará permanentemente del núcleo apagado, cada vez más frío, muerto al fin, llamado Enana blanca.
Esto quedará de nuestro sol, un núcleo enfriándose y un millar de semillas arrojadas al cosmos.
El espacio es una cadena, una rueda. Los soles nacen en nubes de polvo y al morir forman nubes de polvo, allí con el paso de los eones darán lugar a centenares de soles nuevos.
Mira hacia arriba esta noche,  cada ser que parte, puede ser semilla del futuro.



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